martes, 22 de noviembre de 2011

La educación no se debate


Para la población argentina, la educación no es un tema prioritario. Antes que ella se encuentran los interminables problemas de la ineludible cuestión monetaria que invade todos los espacios de una sociedad de consumo, los problemas del trabajo, los de la casa; la planificación del fin de semana, la televisión y los programas o noticias de las que hay que estar al tanto para no ser ignorado en la interacción cotidiana con el vecino o compañero de trabajo. Las pocas veces que se escucha hablar de educación emergen cuando los problemas de nuestro sistema educativo se manifiestan en huelgas por parte de maestros y profesores, tomas de colegio por parte del alumnado o, quizás, con algún incidente de violencia o inseguridad que conmueva a la opinión pública. Sin embargo, aún en estas situaciones, las observaciones, propuestas y comentarios del común de la gente (y con mayor preocupación los de la clase dirigente) giran entorno a problemas superficiales tales como paritarias salariales, cantidad de horas trabajadas, toma de licencias excesiva, precio de las cuotas para los colegios privados, falta de seguridad, condiciones edilicias o la falta de disciplina . Es tiempo de que este tema ocupe un lugar protagónico y reflexionar sobre las virtudes y falencias estructurales del sistema actual.
Tomo como punto de partida la estructura de la educación primaria tradicional, por lo general, esta consta de siete niveles y los alumnos que ingresan al primer grado se reparten en cuatro divisiones. Más allá de las diferencias socio – económicas del alumnado y de la exigencia de cada establecimiento, al llegar al último nivel de enseñanza la estructura inicial de cuatro cursos se sigue manteniendo. Por lo tanto, se podría afirmar que la escuela primaria cumple con un importante rol de nivelación (condiciono este hecho no a la estructura sino a los objetivos). En cambio, la enseñanza media, históricamente, ha tenido una estructura que refleja un objetivo totalmente diferente: de los seis u ocho cursos que podían comenzar un primer año sólo finalizaban dos. A diferencia del rol “igualador” de la escuela primaria, la enseñanza media, ya sea nacional, comercial, normal o industrial, apuntaba a la selección de los estudiantes más destacados para ocupar un puesto de trabajo o proseguir estudios universitarios. Esta estructura excluyente se encuentra, desde hace tiempo, en conflicto con las exigencias de una época distinta a la de su creación. Actualmente, para acceder a cualquier tipo de empleo formal no basta con la escolarización primaria sino que es requisito (y además obligación) haber concluido la escuela secundaria. Asimismo, las políticas inclusivas promovidas por el gobierno actual empujan este problema a un nuevo nivel.
Es un hecho que la educación media requiere cambios, su estructura debe poder incluir a los sectores de la sociedad que hasta el momento habían sido marginados. Este cambio implicaría un nivel de menor exigencia en cuanto a contenidos y un viraje hacia un rol de contención. No obstante, se abre un nuevo problema: si este será el nuevo papel de la escuela secundaria, ¿qué pasará con los niveles terciarios y universitarios? ¿Deberán bajar sus exigencias para adaptarse a este nuevo esquema? Y, si esto es así, ¿de dónde saldrán los científicos y profesionales adecuados para el desarrollo del estado? Por otra parte, ¿qué hacer con aquellos jóvenes, cuyo entorno familiar y suerte le han dado más recursos para afrontar la escuela secundaria y quizás posean mayor predisposición para recibir un nivel de exigencia más elevado?
Un par de simples preguntas deberían llevarnos a concluir que el problema es mucho más que días de clase perdidos o un simple tema monetario. En la educación reside un modelo de país, nuestro futuro, así como, la fuente de nuestros problemas sociales y sus posibles modos de abordarlos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Domingo a la noche


Solas las tres, abuela, hija y nieta; los hombres de la casa habían salido y volvían tarde. Parecía que el fin de semana concluía con mucha tranquilidad cuando advirtieron que los hijos de la vecina  estaban tomando y fumando, festejando vaya a saber qué cosa, y que siempre que esto sucedía, el fin de fiesta terminaba en tragedia, casi al estilo de los griegos, con intentos de fratricidio o parricidio, entonces la abuela comenzó a preocuparse. De repente, se escuchan gritos de la vecina hacia sus hijos-esa vecina que una vez por semana le limpia la casa a la abuela, que cada tanto cuida a la nieta y que vio crecer a la hija como a su propia hija- pidiendo: ¡por favor, es tu hermano, por  favor, no dispares! Silencio, tiros, llantos. La abuela sale desesperada, el peor final había sucedido.

Los hijos de la vecina


Los hijos de la vecina intentaron el parricidio en más de una ocasión, también el fratricidio, sobre todo cuando las drogas ingeridas son tantas que pierden el control de sí mismos.
Los hijos de la vecina son tantos y están tan solos. Enmudecen a cualquiera cuando cuentan su historia en primera persona.         
¿Quién se atreve a juzgar o decidir si son víctimas o victimarios? No sé quién se atreva a contestar pero, sí sé que el medio los condiciona.
Los hijos de la vecina, ni buenos, ni malos, solos.
Los hijos de la vecina, hijos de la desidia.

martes, 18 de octubre de 2011

La vecina de al lado


                        
La vecina de al lado lleva una vida muy particular, difícil de vivir y difícil de explicar; es una buena mujer, está casada con un alcohólico y es madre de 13 hijos: el mayor falleció en un ajuste de cuentas, el segundo estuvo preso 8 años, el tercero salió de un penal hace 3 meses, el cuarto es tan alcohólico como el padre y además adicto a todo tipo de drogas, el quinto falleció a los 3 meses de vida ahogado con su propio vómito, el sexto es un adicto en recuperación y estuvo preso en varias ocasiones por delitos menores además acaba de ser padre; la séptima está embarazada de un novio que la abandonó cuando supo la noticia, el octavo es un adicto reciente a la pasta base (o “paco” como se lo conoce comúnmente); la número nueve es madre adolescente y su marido un flamante presidiario, preso desde hace un mes por vender cocaína; las número diez y once son adolescente en plena rebelión, el número doce es un niño con obesidad infantil que sueña con ser un gran futbolista, ganar mucho dinero e irse con su mamá muy  lejos; y la última de la lista también sufre obesidad infantil, además tiene un leve retraso madurativo y problemas respiratorios.
   La vecina de al lado encuentra consuelo en su vecina, que también es su comadre, amiga y confidente. Estas comadres sufren una por la otra, se alientan y se  ayudan y no se juzgan, solo se acompañan.

jueves, 29 de septiembre de 2011

El eterno debate


Debatiendo sobre un tema que ya no logro recordar, la persona con la que mantenía la discusión al quedarse sin argumentos soltó la siguiente frase: “esto es como el huevo o la gallina” para expresar que el problema no tenía solución. Sin embargo, este recurso evasivo, lejos de terminar con la polémica, abrió una nueva controversia, puesto que le contesté: “sin lugar a dudas, ese problema es sencillo: primero fue el huevo”.
El primer campo de batalla se desarrollo en un plano literal. Mi oponente, considerando que en el enunciado se habla sobre una gallina y un huevo de gallina ordinarios, intentó sostener que sin gallinas en el mundo no contaríamos con los huevos que utilizamos frecuentemente para cocinarnos un huevo frito o una tortilla de papas ya que un huevo no puede salir de la nada. Ante este planteo, respondí que su interpretación, si bien era cierta, carecía de sentido por dos razones: la primera consiste, sencillamente, en que en el enunciado no existe el término “de gallina” para referirse al huevo; segundo, ¿qué sentido tendría preguntar si primero fue la gallina o el huevo de gallina? Cualquier ser con capacidad de raciocinio fácilmente llega a la conclusión de que, si hablamos de huevos de gallinas, primero fueron las gallinas. Es decir, no sería diferente de aquella broma que suele hacerse a personas muy inocentes o despistadas cuando se les pregunta: “¿De qué color era el caballo blanco de San Martín?
A continuación, poco a poco, fuimos acercándonos al campo científico. Mi primer argumento se fundó en que toda gallina es un ave y por definición toda ave es ovípara, es decir, que a diferencia de los mamíferos el desarrollo embrionario se produce fuera del cuerpo de la hembra, o sea, en un huevo. Por consiguiente, ¿podría existir una gallina que no nazca de un huevo? Ante este razonamiento, el defensor de la gallina esgrimió lo siguiente: “Podría haber existido un animal que haya nacido sin ser gallina, aunque muy similar a ella, que debido a una mutación genética condicionada por factores externos como por ejemplo la exposición a radiación, se convierta en gallina en el transcurso de su vida y de esta manera, primero hubiese sido la gallina”. Sorprendido por el ingenioso e intrincado argumento, le reconocí que, si bien lo consideraba algo poco probable, no podía considerar su teoría como algo imposible. No obstante, este animal hipotético que habría mutado convirtiéndose en la primera gallina, cualquiera sean sus características, debió ser un organismo pluricelular como todos los seres pertenecientes al reino animal. Ahora bien, puesto que lo complejo sucede a lo simple y no antes, todo organismo pluricelular se genera a partir de un organismo unicelular llamado cigoto mediante un proceso llamado embriogénesis. Y ¿qué es esta célula inicial o cigoto de la que parten todos los organismos pluricelulares? Sí, es un huevo.
 A partir de esta explicación, se afirma que antes de ser gallina, antecesor de gallina o dinosaurio cualquier animal fue primero un huevo. Para no seguir en un debate eterno, y anticipándome a cualquier nuevo intento de desviar el tema a campos mucho más inestables declaré: más allá del huevo está dios o un hechicero. Hecho incomprobable que ambos aceptamos entre risas.

martes, 23 de agosto de 2011

ASISTENCIALISMO O ALGO MÁS COMPLEJO


Una de las políticas más cuestionadas al gobierno nacional es aquella que se encuentra vinculada con planes o ayudas sociales. El principal argumento que plantean, quienes desestiman estos programas, consiste en que este tipo de asistencia fomenta la vagancia y la vida fácil, que no es sino un paliativo utilizado con fines electorales.
Desde mi punto de vista, la raza humana, lamentablemente, aún no alcanza los niveles de conciencia necesarios para desatar las intrincadas complicaciones que imponen tanto los diferentes sistemas de gobierno como las políticas económicas elegidas por estos. Y esta es la razón por la cual aún seguimos teniendo los mismos problemas desde que el hombre es hombre. Todavía tengo la esperanza de que nadie elegiría una vida vacía y carente de sentido, cuya única razón de ser consista en permanecer inerte frente a un televisor o estar tirado en una esquina tomando una cerveza, si hubiese conocido otras posibilidades, si alguien lo hubiese convencido de que su destino puede cambiar, si alguien hubiera podido mostrarle que el mundo es más grande que las cuatro manzanas que conoce, que la belleza del mundo no se reduce a las luces del último celular… Una persona que rechaza un trabajo por un plan porque con eso le alcanza, refleja una triste y estrecha concepción de la existencia.
Ahora, esta persona es producto de nuestras carencias como seres humanos, carencias que son alimentadas por un sistema, porque en un capitalismo, donde el lema es sálvese quien pueda, es necesario que haya gente mental, espiritual y sobre todo materialmente pobre. Si todos conociéramos nuestros derechos como seres humanos, si todos tuviesen la formación para hacer valer esos derechos y respetarlos, existirían nuevos sistemas donde la exclusión podría relegarse a una cuestión de elección y no a las condiciones socioeconómicas bajo las que nos ha tocado nacer.
Estoy de acuerdo con que es necesario crear fuentes de trabajo dignas, pero ¿cómo se hace? ¿Por qué no se hace? En mi opinión, para crear fuentes de trabajo hacen falta industrias, para tener industrias hace falta que puedan vender lo que fabrican (puesto que de otro modo sus dueños las cerrarían), para lograr esto último es necesario mercado interno (o alguien cree que se puede competir contra la mano de obra esclavizada de India, China, Taiwán…) y para que haya un mercado interno es indispensable que existan trabajadores que gasten dinero. Pero, ¿qué se hace si no hay trabajadores con dinero para gastar o, lo que es lo mismo, mercado interno? ¿Qué empresario invertirá su dinero en instalar una fábrica para un país sin mercado? Ninguno, y es lógico que esto sea así. La creación de puestos de trabajo forma parte de una delicada cadena que ha funcionado poco y de manera intermitente en nuestro país. Por consiguiente, reducir el problema a cuestiones tan simples como la existencia o no de planes sociales me parece, en la mejor de las valoraciones, algo ingenuo.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Presentación

<<Raudo, raudo, que el tiempo no se pierda
por poco amor - gritaban los demás -,
que el arte de obrar bien torne la gracia.>>

CUARTA TERRAZA, un espacio habitado por escritores renegados, para quienes la escritura conlleva un sentimiento de penitencia, nace tarde, con la soga al cuello y con el reloj como enemigo.
Las exigencias de un sistema que nos devora y adormece, el miedo al vacío que desafía desde la hoja en blanco, o aún peor, la exposición a la que nos enfrentaría el llenarla, nos ha dejado a un paso de la muerte.
Ante esto, CUARTA TERRAZA se erige como plataforma de lucha contra la desaparición del autor que hemos abandonado. No es nuestra intención revolucionar ni destacarnos en el mundo de las letras sino, simplemente, no morir en el olvido.  Por este motivo, no habrá una temática determinada ni condicionamiento alguno que sirva de excusa para abandonar la batalla.